Perdidos en el Paraíso

La oscuridad de los cielos caía suavemente sobre la inmensidad del siniestro bosque donde el viento danzaba suavemente al compás de un silencio aterrador, mientras lentamente se movían las inalcanzables copas de los árboles.
- ¿Tienes miedo? -pregunta William, con un bajo tono burlón, haciendo una pequeña e irónica sonrisa.
William Johnson era un joven de unos treinta años, con unos bellísimos y brillantes ojos azules, tan bellos como las cristalinas aguas del mar y tan brillantes como el mismísimo diamante, él era alto y atlético, su delicada voz retumbaba por los alrededores del bosque, vestía una oscura camisa, un viejo y gastado vaquero azul mar y unas derrochadas zapatillas negras que le comprimían sus largos pies
- No -responde Penélope, desviando la mirada velozmente mientras sus mejillas se volvían un tanto rosadas, se la notaba nerviosa y atormentada-. No me pasa nada.
Penélope Erickson era una joven de unos veinte años, con unos sublimes y magnificentes ojos verdes, brillaban como el oro al igual que su largo y rubio cabello, era de baja estatura, llevaba puesta una camisa a cuadros, roja y blanca y una falda de Jean, en sus pies llevaba un par de sandalias negras.
- Vamos, habla -insiste William-. Yo te entenderé.
Un profundo silencio ahogó a los presentes en un profundo mar de dudas e inquietud, mientras los minutos pasaban y William y Penélope se miraban de forma fija y atenta.
De pronto un molesto sonido hizo templar la tierra y rompió el silencio que tiernamente danzaba sobre la inmensidad del oscurecido y siniestro bosque.
Éste suceso aterró a Penélope y ella se abalanzó estremecida sobre los brazos de su amigo William.
Ella se recostó sobre el masculino pecho de su amigo y ahí se quedó mientras los minutos pasaban y la noche se hacía cada vez más profunda, los únicos testigos fueron las brillantes estrellas y el aterrador y oscuro bosque.
Entre caricias y abrazos el amor floreció como una cura perpetua de inexorable pasión y afecto.
- Yo estoy aquí -explica William- siempre lo estuve, siempre, ¿Qué te pasaba?
Penélope se sonrojó y sonrió, al instante dice:
- Yo ya lo se y gracias. No me pasaba nada, descansemos, tenemos toda la divina eternidad que el altísimo nos ha entregado.
A la mañana siguiente centenares de una incontable diversidad de flores de todos los colores y especies adornaba la inmensidad del bosque, la luz penetraba por todas partes y en el horizonte se veía el sol en todo su esplendor, y como éste último daba luz y vida a todo el bosque y sus inmensas fuentes de agua tan cristalina como el cristal y tan preciosa como el diamante, en los horizontes del bosque, enverdecidas montañas rodeaban el inmenso bosque, eran tan altas que las copas estaban rodeadas de blancas nubes.

Es un cuento, es el principio, comenten y digan que les parece

Me gustó . De hecho tienes una expresión perfecta. Te animo a que sigas, desde luego que me gustó. E impaciente de como continúa.

Me parece bastante bueno. Bien redactado, bien expresado, buena ortografía. No puedo ponerle ninguna pega, salvo porque yo no soy fan de los romanticismos. Aun así, debería esperar a leer el resto del cuento para ver si esto se convierte en un relato de terror, de ciencia ficción, crítica social, reflexión filosófica o cualquier otra cosa. xD

¡Sigue así, que vas por buen camino! ^^

Me gusta ^^. Sos muy bueno, espero con ansias el resto y te animo a continuar.

En unos días pongo el testo

Lo repito, tienes una capacidad para escribir muy buena.